Transnistria: ¿La nueva Ucrania?

La República de Transnistria es un anacrónico enclave soviético que particiona el Estado moldavo. ¿Puede convertirse el régimen pro ruso en una nueva justificación del expansionismo de Putin?

Mundo 04/04/2023 Pablo Testori Pablo Testori
Vistas de las calles de Tirasol donde recorren vehículos de le era Soviética  - Crédito: Johannes Pleschberger
Vistas de las calles de Tirasol donde recorren vehículos de le era Soviética - Crédito: Johannes Pleschberger

 L a República Moldava de Pridnestroviana, coloquialmente conocido como Transnistria, es un Estado sin reconocimiento político de la comunidad internacional — formalmente parte de Moldavia, solamente reconocidas por Osetia del Sur, Abjasia y la República de Nagorno Karabaj —  que desde 1991 busca su independencia con apoyo de la Federación Rusa. Con más de treinta años de un conflicto intestino, la presencia ininterrumpida de los intereses rusos en la región pueden construir un escenario análogo al de las regiones de Donetsk y Luhansk.

 

Copia de Night Sky Stars Twitter Post

*Referencia geográfica de Transnistria. Como puede apreciarse ocupa un estrecho margen de territorio al oeste del río Dniéster entre la República de Ucrania y Moldavia. Actualmente las tropas de invasión rusa se encuentran a menos de 200km. Si bien se mantiene parte de la simbología soviética, en el 2018 adoptó como bandera co-oficial a la de Rusia.

 

soldados

Actualmente se desconoce la cantidad de soldados del ejército ruso en el territorio de Transnistria, pero se estiman en al menos 1.900 efectivos.

Antecedentes históricos

 

Con la caída de la Unión Soviética (URSS) y la situación de acefalía que dejaron los delegados políticos de esta con su retiro, casi de inmediato y sobre todo en los países satélites de Europa oriental, se lanzaron a la búsqueda de su independencia. Tal es el caso de la República de Moldavia que, aprovechando la disolución de la URRS, en agosto de 1991 proclamó su independencia, la cual tres años después quedó ratificada mediante un referéndum que consignó su separación definitiva de Rumania. Con una coalición de gobierno constituida por alguna de las estructuras de poder heredadas de la época soviética, fundamentalmente compuesta por alcaldes y ex ministros de gobierno, el Partido Democrático de Moldavia presidido por Mircea Snegur se alza como la fuerza política más importante de la nueva república. Como una de las primeras medidas de gobierno, Snegur  resolvió otorgar cierto nivel de autonomía a las comunidades rusas dentro del territorio moldavo; esta amplia autonomía otorgada inicialmente para los grupos étnicamente rusos, respondía a una búsqueda de equilibrar y unificar a una sociedad culturalmente heterogénea, pero fue precisamente este contexto el cual desencadenaría en la Guerra de Transnistria.

 


 

 

La Guerra

Algunos fragmentos que registraron los enfrentamientos de 1991 en la ciudad de Dubasari, Moldavia.

Formalmente dentro de los disparadores del conflicto se encontraba una supuesta animosidad del recién formado gobierno de Moldavia frente a las comunidades rusas y ucranianas que se concentraban principalmente al oeste del río Dniéster. Según lo argumentado por los separatistas, el hecho de la elección del moldavo (rumano) como idioma oficial, siendo que el 53% de la población (amplia mayoría) hablaba ruso, y otras medidas que marginaban la cultura tradicional a favor de la moldava, mucho más cercana a la rumana, fueron algunas de las razones fundamentales que llevaron a la declaración de su autonomía. Este hecho discutible desde el punto de vista político, fue virtualmente exagerado por los transnistrios al punto de extrapolar al gobierno central moldavo como nazis que querían formar guetos con los ciudadanos de origen ruso. Con la adopción de la bandera tricolor (rojo, amarillo y azul) con símbolos rumanos y la cambio al himno Deşteaptă-te, ¡române!, la cual antes había sido el de Rumania sumaron más peso a los argumentos separatistas. Finalmente, en 1990 ya con la eliminación de los términos “soviética” y “socialista” por "República de Moldavia", terminaron por decantar hacia la violencia a los grupos disidentes que querían conservar la estructura política y económica del comunismo.

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Milicianos tomando cubierta sobre un Blindado para transporte de personal BTR-80 de origen soviético - 1991

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Los primeros enfrentamientos comenzaron el 2 de marzo de 1991 y se prolongaron hasta finales de julio del mismo año, caracterizándose por escaramuzas de baja intensidad focalizada en la ciudad de Dubasari y en zonas urbanas cercanas a Tiraspol, la capital de facto separatista. El contingente moldavo contaba con cerca de 35.000 efectivos compuestos por las fuerzas armadas de la extinta República Soviética  Moldava, conducidas por el Ministerio de Defensa recientemente creado y reforzadas por fuerzas policiales y voluntarios rumanos; por su parte las filas del ejército separatista (RMP), estaba liderado por Igor Smirnov —  militar de origen ruso quien ofició como presidente de Transnistria desde 1991 hasta el 2011—  y Alexander Lebed, comandante de los elementos del 14° Ejército Soviético a los cuales se les sumaron voluntarios Cosacos del Don (una unidad compuesta por grupos étnicos de origen nómada) llegando a una cantidad estimada de entre 9.000 y 12.000 hombres. Luego de a cuatro meses de enfrentamientos, como resultado se declaró la independencia de facto de Transnistria, la cual es reconocida internacionalmente como un territorio constituyente de Moldavia.


¿Transnistria la nueva Ucrania?

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Una de las estrategias más productivas que la extinta URSS implementaba para incorporar nuevos territorios era el de fomentar “revoluciones” instrumentadas por las organizaciones comunistas locales, las cuales asaltaban por la fuerza las instituciones de sus respectivos países, declaraban unilateralmente su independencia y le solicitaban a la Unión Soviética que garantizara su independencia. Con esa puerta de entrada, el ejército rojo abastecía y entrenaba a las tropas locales y finalmente si eso no era suficiente para imponer el régimen comunista, directamente invadía el país.  Esta estrategia continuaba con un periodo de estabilización que incluía a las fuerzas militares de ocupación de la URSS para la imposición del orden aplicando la doctrina de estado policial. Posteriormente la nueva “República” socialista, era incorporaba como un soviet o un oblast (territorios incorporados con cierta autonomía) a la propia URSS, como los casos de Turkmenistán, Kazajistán, Uzbekistán, Mongolia, todo el Cáucaso, etc. Esta metodología fue de una manera heredada por el régimen autoritario de Vladimir Putin, que desde que llegó al poder fue promoviendo alzamientos separatistas en las ex repúblicas soviéticas, pero con una variable importante, el factor político ya no es el eje central de la legitimación de su intervención, sino el étnico cultural. Esto quedó demostrado con los conflictos entre los estados del Cáucaso, donde surgieron estados separatistas independientes y rusófilos — Osetia del Sur, Abjasia y República de Nagorno Karabaj—  En todos los casos, se repite la misma premisa:

Una minoría de ascendencia étnica y cultural rusa, que ante una situación de supuesta opresión, realizan un referéndum (carentes de legitimidad y señalados por la comunidad internacional como amañados), declarando su independencia y siendo esta reconocida por la Federación Rusa. Seguidamente se suscitan en estos países, como es de esperarse un conflicto interno en el cual en primera medida es apoyado económica y militarmente por el régimen de Putin, y que finalmente estas regiones solicitan ser incorporadas a la Federación. Este fue el caso de la península de Crimea y la Ciudad autónoma de Sebastopol, sendas partes integrales del territorio ucraniano y que fueron anexionadas por Rusia en el 2014; de la misma manera y con exactas características el año pasado con las regiones de Donetsk y Luhansk.

Si tomamos estos antecedentes recientes que responden a una estrategia que se ha repetido, con más éxitos que fracasos y que han ampliado el hardpower de Moscú, en inevitable plantearse la interrogante de si la región independizada de facto desde hace más de treinta años pueda ser un nuevo blanco para la megalomanía de Putin. Argumentos que refuerzan este supuesto hay de sobra, ya que entre las justificaciones de base para la invasión de Ucrania se encuentran precisamente la supuesta búsqueda de “liberar” a las minorías rusas en esos territorios que buscaron declarar su independencia. Este escenario gana cada vez más tintes de factibilidad al acercarse geopolíticamente Rusia hacia la frontera moldava de una manera peligrosa en su esfuerzo de guerra.